Silencio ni un aliento mismo gris alrededor tierra cielo cuerpos ruinas
Sin, Samuel Beckett
De paso
Quizás entre la bagatela y la inspiración buscada en el desobramiento de Georges Bataille podamos encontrar algún valor de cambio. La conocida noción de desgaste, la inoperancia de la comunidad o su espaciamiento neutro es propiamente lo que conduce al deterioro y a la devastación. En ese sentido, conviene repetir que la noción de gasto está inevitablemente ligada a aquello que está de sobra. Es el lujo literario, la espera ante la losa o el mismo sacrificio. Es cuestión de lectura y cansancio ya que bajo ese desgaste no habita más que un cansancio de profunda querencia antigua. Esa busca del pasado que condujo a Bataille a encontrar en lo mágico la correspondencia humana, no conviene demasiado a una antropología adocenada y materialista en el peor sentido de la palabra. El desgaste como envejecimiento es prueba de que la presencia de lo cruel es señal de mala conciencia y sucios secretitos. Al hablar de desgaste hay que señalar que no se trata de algo cuyo origen fuera una determinada perfección, no es algo que se vaya desplazando hasta desaparecer, como si del gato de Cheshire se tratara. Es más bien la conciencia de saber que nos constituye un aspecto desastroso. Crecemos y disminuimos paulatinamente, sin conocer una esencia invariable. La operación de desgaste, ligada por Bataille al orgasmo y a la muerte, es cuestión erótica y alquímica. Es la di-solutio alquímica configurada por dos elementos en destrucción mutua. Ser disoluto para disolverse. Y del desgaste sólo debe provenir una excelsa basura que dota al hombre su especificidad definitiva.
Escritura, soledad
La cuestión del desgaste proviene de las pérdidas. Una devastación cuyo mejor ejemplo corresponde a la práctica de una cierta escritura de distancia. Bien con la vida o hacia la muerte, Bataille nos presenta un espacio humano donde la muerte y el erotismo están entrelazados en la propia escritura. Esa decadencia que corresponde a la evanescencia del decir es la trama de sus propios libros. La conciencia de lo imposible desierto. Mas esta vivencia de lo muerto o de lo oscuro es otra alegoría del desgaste. Porque dirigir la cuestión de la pérdida hacia la muerte y la escritura es lo propio de alguien fascinado por el cansancio de los días. Las noches son patrimonio del dispendio, unidas seguramente a un hedonismo casi siempre voluntario. En Sobre Nietzsche, Bataille afirma: “En otros términos, puesto que toda puesta en juego, todo ascenso, todo sacrificio es, como el exceso sensual, una pérdida de fuerzas, un derroche, debemos motivar en cada caso nuestros derroches por una promesa de ganancia, engañosa o no”. Lo que suele ganarse es la tristeza orgásmica, sin dejar de conservar un gesto propiamente de muerto. La lectura de losas conduce a que interpretemos el desgaste casi siempre en un sentido económico o sexual, pero en Bataille puede apreciarse la importancia de una comunicación extraña. Pero, como reconoce al final de Historia del ojo, “se basa en la soledad y la ausencia de sentido”.
El gasto acaba en tortura
La muerte de la palabra queda como escritura desgastada. Si concebir el gasto como gesto productivo es un aprovechamiento de ciertas artimañas del capitalismo, el negocio de la cultura conlleva su desgaste temporal. En La parte maldita, Bataille considera la importancia de convertir la literatura en una deslumbrante visión peculiar, propia de lo lujoso y brillante: “El auténtico lujo exige el desprecio completo de la riqueza, la sombría indiferencia de quien rechaza el trabajo y convierte su vida por un lado en un esplendor infinitamente arruinado, y por otro en un insulto silencioso de la falsa laboriosidad de los ricos”. Podríamos señalar que esa noción de Bataille acerca del desgaste y el gasto no pertenece únicamente a lo económico o a lo erótico. Existe esa pulsión cruel que Bataille no niega, pues sin ella no sería posible el sacrificio ni la tortura. Como señaló Salvador Elizondo, la obra de Bataille constituye una profundización y actualización del romanticismo atravesado por una razonable geometría cartesiana. Una penetración en el pensamiento de lo erótico vinculado a la violencia y a la violación, a la crueldad y a la profanación, a la presencia del desgaste y al sufrimiento: una tortura.
El suplicio como forma de escritura.
Ideal del gasto
La muerte de Dios es para Bataille consecuencia de un alejamiento místico. Precisamente el hecho de acariciar la idea de vigilancia, acompañando los vaivenes de una lenta tortura, es una señal ejemplar de que no hay tanta distancia entre el desgaste físico, el psíquico, el económico y el social. Una sociedad de acéfalos paseantes de sí mismos, aún dependientes de nociones equívocas del vacío actual, cuyo lugar está presente entre las ruinas y las escaramuzas del pensamiento. Esa es la división precisa del cuerpo durante la tortura llamada Leng Tch’e (“cien pedazos”) –más que un linchamiento-, donde se sometía al reo atado a un poste a una serie de incisiones, desde la parte más grasienta del cuerpo, hasta alcanzar un verdadero vaciado de la crueldad. Es el gasto de energía en sus límites con el mal, o el peligro presenciado desde la desnudez, lo que conduce a que Bataille invente su manera cansada, desde el burdel hasta la aurora, sabiendo que la literatura es la ruina de la riqueza. Es la experiencia del desgaste de tanta pasión destinada a satisfacer la muerte del deseo y la existencia de Dios. Un Dios muerto y cancelado sólo presente a través de una neutralidad sólo dable como muerte. Como señala en El culpable: “La tumba no es menos inevitable que el desnudamiento”. La ausencia de un Dios muerto.
La pobreza y la ruina: literatura
Elizondo describió en Farabeuf esa cercanía del desastre hogareño, mostrando, en el desgaste del paso del tiempo, un instante de muerte y ruinosa ausencia. Una anatomía del miedo inspirada directamente en el reconocimiento a Bataille: “Nosotros, inmóviles, suspendidos en la contemplación de esa carroña bellísima, de ese rostro maravillado y cruel, paralizados en ese paroxismo interminable de grito contenido". A pesar de que ese desgarramiento sea para Bataille lo poético, ¿vale la pena atreverse a pensar en una estetización del dolor? Realmente, la cercanía de la pobreza y la ruina, como efecto del gasto, está relacionado con el desprecio de lo que está de sobra. Una literatura que Bataille compartiría con Sade y Blanchot a través de una escritura de desgaste, como si se produjeran también excesos en el pensamiento. Esa espacialidad donde el alejamiento y la distancia quedan vinculados a la conducta temeraria del sacrificio, es la propia muerte, el peligro de estar en la transgresión. Porque si el desgaste de Dios conduce a su muerte, estamos ante un paso cercano a nuestra desaparición. Como escribiera Maurice Blanchot en El paso (no) más allá, “a lo neutro respondería la fragilidad de lo que ya se hace añicos: pasión más pasiva que todo lo que hubiera de pasivo, sí que ha dicho sí antes de la afirmación, como si el tránsito de morir hubiera pasado ya siempre por ahí, precediendo al consentimiento”. El asentimiento de saberse inagotable y cansado de tanto sacrificio mágico, llevó a Bataille a trazar, en el peligro de la transgresión, la realidad de una visión oscura. La literatura como ruina del pensamiento.
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