En la confusión provocada por la inserción del street art en el espacio de las ciudades se ha delatado la importancia que cobra de una manera a veces desapercibida la intersección de arte público y privado. La creencia en que las calles son de dominio público, conllevando su ocupación, ha sido una larga tarea para aquellos artistas que tratan el espacio del arte desde una dinámica apropiada de lo urbano. Son lugares de lucha y denuncia que parten de intervenciones como el graffiti para expresar un mensaje irónico, crítico o simplemente icónico del estado de la civilización. Pero cuando el espacio de lo público pertenece a lugares elitistas como las galerías, los museos y demás espacios institucionales, el espacio de inserción de lo urbano ha de corresponder de alguna manera a una cuestión política.
Por ejemplo, es el caso de la situación creada durante la primavera por el movimiento ciudadano 15 M, al hacer pública su indignación y ocupar la Puerta del Sol de Madrid. Esta relación de distancia entre los espacios que corresponden a lo público y a lo privado, a la calle y al arte, ha sido el eje que caracteriza las intervenciones del brasileño Marlon de Azambuja. Con una trayectoria inspirada en la relectura del arte conceptual brasileño, un cierto vandalismo ingenuo e ingenioso y la preocupación por los espacios urbanos, ha ido realizando una teoría propia acerca de la situación actual del arte y su aislamiento.
Esta lectura irónica le condujo a construir grandes jaulas para pájaros cuya forma era la estructura esencial de museos importantes como Tate Modern o el Museo de Arte de São Paulo (Proyecto moderno, Galería Luisa Strina, São Paulo, 2009) Una identificación conceptual entre la jaula como encierro y el museo como memoria llevan a Marlon de Azambuja a reconducir la construcción de los espacios habitables a una solución en apariencia ilusoria. Para ello, utiliza una simple cinta de embalaje para rodear elementos del mobiliario urbano, con el objeto de crear un aislamiento a través de elementos como el color que propicien un nuevo panorama en la deriva urbana (Potencial escultórico, 2010)
Porque precisamente la creación de un nuevo horizonte de ideas, capaz de vincular la memoria del artista con la distancia del icono, ha sido otro de los intereses principales de este artista preocupado por situarse en el extraño hiato que mantiene al arquitecto, al constructor y al escultor ante su obra.
Marlon de Azambuja ha trazado también un panorama del espacio de las galerías de arte más importantes de Madrid a través de unos dibujos y fotografías donde ha ido aislando aquellos componentes esenciales de su configuración. Es el caso de estos espacios a los que ha ido restando parte de su estructura más funcional, contribuyendo a que el artista haya optado por expandir su metafórica acción hacia otros espacios populares internacionalmente como museos o centros de arte como en el caso del centro Pompidou. Sin duda, son acciones vinculadas a mostrar un panorama del arte actual y su espacio en los límites de la ciudad.
Con proyectos de alguna manera ocultos, al filo de la legalidad, Marlon de Azambuja ha ido incrementando su posición como artista constructor. Hay que señalar que en su mayor parte estas intromisiones aparecen en un espacio de representación, a través de dibujos o fotografías intervenidas. Y esa marca del vacío, a la búsqueda del potencial escultórico no sólo de los objetos individuales, sino de la relación de unos elementos con otros, configura una suerte de lectura interpretativa de la calle en un sentido eminentemente práctico.
La construcción de bloques partiendo de la inserción en el espacio público, ha sido uno de los puntos centrales de su obra. El uso de materiales sencillos, sobre todo en el caso de la cinta adhesiva, contribuye a marcar la marca propicia a mostrar una ausencia distante.
Denominar potencial escultórico a una intervención habla de este carácter en pliegue. Por un lado, realizando una intervención minimalista llamando la atención sobre la importancia urbana de la construcción del icono. Con relación a la creación de identidad de las ciudades, Marlon de Azambuja realiza una interpretación irónica y colorista que no duda en proclamar, desde un divertimento serio acerca de lo que significa vivir partiendo de una herencia cultural flexible, su constante movimiento. Es precisamente esta acción artística lo que se debe promover en un espacio público, no tanto la presencia de un edificio notable que ofrezca una imagen icónica como una promesa de encuentro. Es el caso de la serie titulada La construcción del icono (2011), donde el artista ironizaba acerca de esta creación de identidad que buscan las ciudades para mostrar un índice de modernidad, uniformando varios edificios de la ciudad del mismo modo que se construyó una gran edificación para dar a la ciudad una presencia simbólica visible.
A pesar de su juventud, Marlon de Azambuja colabora activamente con galerías en Brasil (Ybakatu, Luisa Strina), España (Galería Max Estrella), Italia (Furini) o Portugal (Zaum Projects) Pero su trabajo también discurre a través de la ciudad con proyectos de carácter underground, relacionados con la intervención en el espacio público. Esta relación entre la presencia institucional y la acción performativa, muestra algunos de los espacios de ausencia que su obra resguarda. Una práctica con el aislamiento que dota a sus proyectos de una condición nómada. En teoría, proponiendo nuevas claves interpretativas que no renuncian a cuestionar cuál debe ser el verdadero espacio público del arte. No tan centrado en la visibilidad, sino reforzando, con simple cinta adhesiva, su comportamiento urbano. Una actitud lo suficientemente práctica y capaz que muestra algunas soluciones que posibilitan el compromiso vital con la propia obra dirigida a terminar con el aislamiento político del arte actual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario