En la intensa trayectoria de Josechu Dávila se puede apreciar un interés central, estrechamente vinculado a la relectura irónica de la historia del arte: crear lugares de emoción a partir de la presencia del vacío. Un espacio nihilista que ha sabido mostrar partiendo de una metáfora geométrica relacionada con una extraña zona de configuración rectangular. Si podemos relacionar el espacio de la pintura con ese lugar abandonado e inútil, también es cierto que hay una dedicación iluminadora en esa práctica deconstructiva de la imagen. Aunque podríamos señalar en su trabajo la labor minuciosa propia del minimalismo conceptual, el cuestionamiento problemático de lo que subyace bajo la obra de arte es aquella enigmática atracción por la máquina de ficciones. Más oportunamente, el encuentro de lo alegórico y lo simbólico a través de su propio vaciamiento. Así se entiende que sus sustracciones y aportaciones se refieran al contenido del arte y a su manera de aparecer: un desobramiento.
Es el caso de la importante exposición titulada 313, 33 m² on painting (2005) donde Josechu Dávila presentaba un conjunto de instalaciones realizadas en el propio soporte del lienzo, acompañadas de una réplica hiperrealista de un video de Peter Roehr y de un cuadro invertido atribuido a Goya. Si en esa presencia poética de la luz y la sombra subvertía el sentido de la pintura realizando un desaprovechamiento del soporte pictórico, también es cierto que volcaba ese vacío en la propia historia del arte. Así lo ejemplifica Anullment of an XVII century painting (2005) en el museo Artium de Vitoria. Tapando el cuadro original con la pintura utilizada para pintar los pasos de cebra, debía realizarse esta acción destructora ante el director del museo, un crítico de arte y un restaurador, como representantes del mundo del arte. Como señalaría el artista, no se trataba tanto de destruir una pintura, como de resguardarla maliciosamente para el futuro. Así, más vale anular una pintura mediante otra obra de arte que tenerla cien años escondida en el interior de un sótano. Josechu Dávila puede ser considerado como un iconoclasta capaz de comprender que hay algo que pueda ser la nada o, con más precisión, una muestra de que la desaparición también deja sus huellas.
Marshall Berman señaló en All that is solid melts into air la cercanía de la experiencia de la modernidad y su posición negativa como motor de la historia del capitalismo. Una aniquilación que no es más que la constante dialéctica de lo antiguo y lo nuevo que, en el caso de la obra de Josechu Dávila, puede comprenderse desde la necesaria falta de referencia exterior intrínseca al arte. Así, el artista señala ese carácter inmaterial del sentido de la obra, porque realmente su lugar no ha de confundirse con sus diferentes soportes. Es el caso de aquella denuncia dirigida a Le Corbusier: “Ustedes trazan líneas rectas, llenan los huecos y nivelan el suelo, y el resultado es nihilismo”, a lo que respondió: “Perdóneme, pero eso, hablando en propiedad, es justamente lo que debe ser nuestro trabajo”. Siguiendo unas reglas similares, el trabajo urbanístico de Josechu Dávila le llevó a realizar You take part of an artwork (2004) con todos los habitantes de un rectángulo compuesto por importantes calles de Madrid cuyas dimensiones eran exactamente 480 x 937 metros. Realmente esta importante acción le llevaría a considerar que el arte es una especie de motor de búsqueda, mostrando su carácter esencial. El arte como cosa que sólo habla a sí misma.
Después de estos trabajos relacionados con el carácter autónomo del arte y con su configuración simbólica, Josechu Dávila ha realizado dos proyectos importantes, tanto por su carácter procesual y temporal, como en relación con la invisibilidad propia del sentido del arte de acción. En primer lugar, Anonymous woman (2008-2010) es un proyecto que trata de difundir el mensaje de una mujer a través de diferentes obras de arte contemporáneo. Las diferentes participaciones de Josechu Dávila se basan en la extracción de fragmentos del discurso que una mujer anónima lanza cada día desde su ventana, recogidos por el artista durante un año y mostrados ahora como parte de una obra de arte. Así lo ha hecho por ejemplo en Hong Kong en forma de manifestación, donde sus participantes transportaban pancartas donde se podían leer algunos de estos mensajes de reflexión filosófica en la única ciudad china donde se permiten este tipo de reuniones (www.anonymouswoman.com) También en el cementerio de Querétaro (México) ha continuado en esa concepción del arte asociada a la conversación con los muertos, escogiendo deliberadamente aquellos temas utilizados por esta mujer en relación al lugar de exposición.
Porque ha sido México el escenario de las dos últimas intervenciones realizadas por Josechu Dávila durante 2010, referidas a los problemas de violencia de aquel país y a la extraña desaparición de mujeres en Ciudad Juárez, metáforas que siguen dirigiendo el despojamiento como idea vehicular de todo su trabajo sobre la ausencia.
En el caso de 350 x 100 x 100 m., Monument to Ciudad Juárez ha enterrado un bloque de hormigón de esas dimensiones con el fin de que sostuviera una réplica exacta de la señalización de entrada a la ciudad, esta vez situada en mitad del desierto. Se trataría de reubicar una obra de arte en un lugar donde se lograra su máxima duración, dando mayor importancia al hecho de que la verdadera obra estuviera enterrada y oculta bajo la arena. Esto es, permaneciera invisible de la misma manera que permanece la propia idea del arte en un lugar neutro: un desobramiento.
En la segunda intervención, titulada Deliverance of economic content to 25 women from Ciudad Juárez, el artista repartió 9.000 euros entre veinticinco mujeres que compartían el perfil de las mujeres asesinadas en esta ciudad. La elección fue realizada al azar, entregando mediante un sobre el dinero, sin informar en ningún caso su procedencia y el hecho de que se trataba de una participación inconsciente en una obra de arte. La cuestión es que esta acción recobra un significado distinto al ser llevada a cabo en una ciudad conocida por la violencia generalizada. Pero más importante son las consecuencias que se derivarían paradójicamente por el conocimiento de las fuentes.
Dávila ha incidido en la importancia del desconocimiento mutuo, tanto en referencia a la existencia de la obra de arte, como a los factores de comprensión de las artes. Para ello, ha utilizado un procedimiento teóricamente alejado de las prácticas artísticas actuales. La única prueba de su existencia es la transmisión oral o escrita del proyecto, por ejemplo, a través de este texto (www.josechudavila.com)
Estos últimos proyectos muestran cómo han evolucionado sus ideas acerca de la aportación, la sustracción y la anulación de los elementos tradicionales que parecen sostener lo que sea el proceso de comprensión de las artes, en la era de la reproductibilidad técnica. Una simbólica acción que parte de la desaparición y la ausencia en ese alejamiento necesario para comprender la realidad, donde el artista queda definido como un agrimensor que trata de utilizar el lenguaje artístico como si se tratara de una materia evanescente. En ese despojamiento esencial que ofrecen sus intervenciones, comparece el cuestionamiento de lo que sea propiamente un arte que parece haberse perdido entre el reconocimiento absurdo del éxito y la confabulación de los artistas ante los mecanismos de poder. En ese sentido, la aportación del desobramiento de Josechu Dávila es decisiva para comprender el arte español de los últimos años.
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