10 enero 2008

La noche de la españolada


Parece que hubo días en los cuales España siempre estaba de fiesta y lo cierto es que en esa convivencia del crimen y la pasión, de la borrachera nocturna y la poesía danzada, se encubría una oscuridad que fascinó a artistas provenientes de ese lugar aún llamado el “extranjero”. Con este motivo, el Museo Nacional Reina Sofía exhibe hasta el próximo 24 de marzo La noche española. Flamenco, vanguardia y cultura popular 1865-1936. Sus comisarios (Patricia Molins y Pedro G. Romero) han organizado una historia nocturnal y flamenca partiendo de la obra de artistas que abarcan un espacio tópico desde Manet, Picasso, Romero de Torres o Picabia, hasta Miró, Darío de Regoyos o Man Ray.

Se puede decir que ese descubrimiento de la España tópica de bandoleros y gitanas, bohemios extranjeros y autóctonos, un mundo de oscuridad apropiada a la vivencia del flamenco, son en este caso una excusa para ofrecer una determinada imagen de la España histórica de ese periodo. Un artificio conceptual apropiado a la trayectoria de Pedro G. Romero.

En esta exposición podemos ver una extraña mezcla de alta y baja cultura, esa diferencia entre lo que se narra en los cuadros y lo que ocurría en ese tiempo históricamente. Un romanticismo trasnochado y deliberadamente bohemio trasladado a la pintura, la escultura y la fotografía o la literatura y el cine. Como en la primera película de Edison (Carmencita, 1894) -considerada como la más antigua de la historia-, ya había una mujer bailando en plan español. En los enigmáticos cuadros de Romero de Torres o el Solana más hermético u otros menos conocidos como Martín Durban, se confabulan los artistas alrededor de una mujer que baila.

Esa mezcla hace que el tema de esta exposición no sea simplemente el flamenco, sino una revisión de lo que ocurrió en setenta años de vanguardia y lo que casi metafísicamente puede considerarse la “españolada”: jaleo y nocturnidad para travestirnos de toreros que van a morir a la plaza, en el tiempo que va de la visita de Manet a Sevilla, hasta el inicio de la Guerra Civil.

Otra de las tesis de esta exposición es considerar que España es el primer paso hacia el Oriente de generalifes y alhambras. La odalisca del Anís del Mono o esos diseños de Magritte para la colonia Myrurgia que bien pudieran haber entrado aquí. En cualquier caso, se echa en falta la obra realista de algunos fantásticos creadores de lo español como el Buñuel de Tierra sin pan o la españolada de los ismos de Ramón Gómez de la Serna, verdaderos impulsores de otro carácter español, más vinculados a la mala leche nocturnal y poética que al silencio del baile.

La noche española tiene la ventaja de ofrecer una selección de películas en una sala de proyecciones, donde se pueden ver obras de, entre otros, Man Ray, Segundo de Chomón, José Val del Omar, Hermanos Lumière, hasta películas más tópicas de Florián Rey, Sáenz de Heredia o Benito Perojo, abundando en el tópico creado desde el cine y la literatura del ingenuo embrujo español. Desde el deslumbramiento literario de Gautier, hasta la sobria creación de Vicente Escudero, bailando con música de dos motores en París, podemos vislumbrar un acceso heterodoxo a lo que se considera con rigor vanguardista.

Es en este sentido esteticista hacia donde se dirige esta exposición, a pesar de su cara alegre y festiva. Lo que se esconde es ese fin de época, decadente y simbolista, donde no quedaba más que el consuelo de una mujer enigmática, siendo asediada por una máquina de bohemios. Esta fascinación por la metáfora de la oscuridad, ligada a una invisible noche española, continúa el tópico de la juerga y la creación, cuando lo que ocurría en realidad era el analfabetismo y el hambre. El contraste encubierto en esta multitud de dibujos, pinturas, libros y otros documentos, muestran que esa ingenuidad pertenecía a una decadencia propia del arte que daría lugar a lo español. Por esa razón, parece que por exponer una guitarra o un traje de torero, carteles publicitarios o unas esculturas se hace referencia a ese mostrar la problemática situación de España en ese momento. Y la realidad de la españolada era verdaderamente otra cosa.

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