José Luis Corazón Ardura
El fotógrafo inglés Paul Graham (1956) expone en La Fábrica A Shimmer of Possibility, una serie de imágenes donde se acerca a la sociedad norteamericana y a sus contradicciones. Cuestiones que se dirigen a comprender el dualismo entre la realidad y la posibilidad del lugar de la fotografía, a través de la observación de lo cotidiano.
Un fulgor de posibilidad, ¿por qué el título de esta exposición?
Es una larga cuestión. Hay una palabra en español parecida que es rielar. Alcanzar ese momento de la vida es maravilloso. Son momentos poéticos como esperar un autobús o fumar un cigarrillo en el césped. Cuando estás realmente cerca de algo, aparecen posibilidades sorprendentes de belleza. Aunque realmente sea antimístico. Llevo veinticinco años haciendo fotografías y solía creer que debía fotografiar cosas fantásticas, especiales, románticas. Trataba de acercarme a las cosas buscando esa belleza.
En tus imágenes aparece el cansancio actual del capitalismo.
A mi me interesa la vida cotidiana de la gente porque es más poderosa que las situaciones políticas. Esa normalidad otorga una dignidad, como puedes apreciar en mis imágenes cuando alguien fuma un cigarrillo esperando el autobús. En Norteamérica si estás esperando el autobús, eres pobre. Allí todo el mundo tiene un coche. En esa espera está su dignidad. Mi trabajo no tiene intenciones políticas como el socialismo, sino sociales. Tengo la pasión por la vida.
Se ha separado de otros puntos de vista estéticos donde se organiza una preparación cinematográfica de la escena. Se trata de posibilitar un encuentro, ¿se considera un fotógrafo realista?
A mi no me gustan esos malos trabajos. El verdadero corazón de la fotografía está fuera de esos muros: se trata de fotografiar lo que sucede. Organizar a los actores en un escenario, con sistemas de iluminación y guionistas, no me interesa. El instante es para mí la gran oportunidad. El área donde quiero trabajar está entre el instinto artístico y la documentación, uniendo estos puntos. Es algo real, pero a la vez hay una belleza en ese entrecruzamiento
Ha tratado temas relacionados con los límites y las fronteras, ¿cómo aparece esa dualidad en esta exposición? ¿Dónde está el espacio de la fotografía?
Es el problema del estado de la fotografía, si es real o posible. A esa posibilidad hace referencia el título. Si ves a algunos fotógrafos de los años sesenta, reconocían la unión de la fotografía con el documental, como el fotoperiodismo. Era una época donde cualquiera podía hacer fotos de árboles o paisajes, pero existe un espacio entre esos dos puntos, un territorio artístico. Arbus descubrió ese espacio y querían saber qué estaba haciendo como artista. En el trabajo de Jeff Wall o Cindy Sherman les interesa crear una ficción que no me interesa. En el caso de Robert Frank o Walker Evans iban andando por la calle y, de repente, tenían suerte, eran observadores. Esta es la intención de mi trabajo. Cuando inauguré mis imágenes sobre Irlanda del Norte, un coleccionista me preguntaba que cómo había colocado una bandera en un árbol o cómo había pintado unas líneas. Le contesté que yo no lo había hecho, estaba ahí. Le contesté que yo era un fotógrafo y el quedó decepcionado. El necesitaba que el artista hiciera algo, sin entender nada de lo que es este tipo de fotografía basada en la observación. Se trata de llegar a saber cuál es realmente el acto creativo.
Sitúa las imágenes con una intención narrativa, ¿puede asociarse su fotografía a la literatura? A veces se olvida que la etimología de la palabra fotografía corresponde a esa escritura de la luz.
Es cómo las imágenes ciegas y blancas en Moby Dick. Es divertido porque considero que hago fotografías similares a los cuentos breves de Chejov, porque en ellos nada sucede. Una mujer peina su cabello frente al espejo y ese es el final de la historia. Es como en Beckett. En mis imágenes ocurre lo mismo cuando un hombre anda por la calle con su compra o cuando cruza un semáforo.
En su trabajo se ha acercado a la cultura europea, a la japonesa y ahora al estilo de vida norteamericano. ¿Existen diferencias importantes? También ha estado trabajando anteriormente en España, ¿se ha producido un cambio importante?
No soy un antropólogo, pienso que son realmente culturas muy distintas. Aunque tenemos las mismas preocupaciones somos diferentes porque las situaciones son desiguales. Tanto como el ser humano. En estas fotografías trato de llegar a ese instante. Es increíble cuando ves la energía positiva que hay en Norteamérica. Esa función documental de la fotografía se ve con el tiempo. Entonces quedan las calles como eran, con los coches y peinados de ese tiempo, mostrando ese instante. Hice fotografías en España después de la muerte de Franco y posteriormente en 1998, creo que el cambio es muy bueno.
Ha relacionado la idea de fotografiar como un modo de preguntar.
He encontrado muchas cuestiones sobre mí mismo, acerca del mundo en el que estoy. Se trata de dar una forma a la pregunta, porque hay que encontrar la situación correcta para preguntar. Así, encontrar la pregunta es más importante que dar una respuesta.
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