La
preocupación por el rostro ha sido también la historia de la presencia de la
mirada. Como sabemos, en la actualidad el personaje se hace a través de las
imágenes que aparecen en los medios de comunicación. No debe
extrañar que en estas publicaciones aparezcan modelos que ofrecen la
posibilidad de acariciar, si no el lujo, al menos el deseo de llegar a tener
una vida como la que ahí se presenta. No nos referimos únicamente a los
personajes relacionados con el mundo de la moda, el deporte o la política. Estamos hablando de la forma de aparecer, ante los espectadores convertidos
en testigos, una realidad que, a juzgar por el recorte practicado por Clemente
Benito en sus papiers collés, titulados
genéricamente Crónicas mundanas, parecen
observarnos de una manera insidiosa.
A
pesar de que con la invención de la silueta apareciera el dibujo, también se
daba uniformidad al rostro a través de un límite dado con el uso del color
negro sobre blanco. En Crónicas mundanas
aparece una inversión de esta práctica relacionada con el uso de la sombra. Es
cuestión de cambio de piel, un caso de cirugía estética que Clemente Benito
aplica a los rostros como si tratara de convertirlos en otra cosa, mediante la
aplicación de un silueteado extraño. Porque se trata de devolver con la mirada
una pose apropiada a la representación de la actualidad, también se hace un
recorte de la política, del mundo de la literatura, la economía, el
conocimiento, la monarquía, el mundo del deporte, las figuras televisivas, los
torsos desnudos, el mundo de la moda y sus famosos modelos. En cualquier caso,
no se trata de construir un espacio nuevo a la manera del dadaísmo, el
surrealismo o el cubismo, reuniendo lo onírico a lo real, pero partiendo de
imágenes halladas en libros o de otros materiales encontrados. Clemente Benito
organiza, atendiendo principalmente a las miradas de sus personajes, un extraño
cuadro que reclama observar y ser visto a la manera del voyeur. Insistimos en que se trata de un recorte, una pulsión
identificable con el deseo, también vinculado a la realidad social en sus
aspectos aparentemente superficiales. Más preciso es hablar de montaje
fotográfico ya que en esta serie los únicos elementos son el recorte, la
acumulación ordenada y las fotografías procedentes en su mayor parte de
revistas de actualidad.
Toda una plétora donde la acumulación no aparece elegida
al azar, sino guardando y ocultando a la mirada un deseo velado. La importancia
de esta acumulación es, en el caso del cuadro
de Clemente Benito, una prueba de la creación de una situación nueva donde
coexisten no sólo distintos tiempos, espacios y figuras, cuanto un locus epocal o histórico actual. Una
anulación de las condiciones normales entre lo real y lo imaginario que propicia
una crítica en el seno del territorio reordenado a través de miradas que, partiendo
de una recolección de imágenes, va a posibilitar que la lectura de esta serie
de fotomontajes favorezca la aparición de varias direcciones semánticas.
La visibilidad, el cambio de sentido, la
aplicación del papel pegado, es, en el caso de Clemente Benito, la utilización
de un medio absolutamente crítico: la tijera que va creando una silueta del
rostro de los famosos y que aquí, de algún modo, comparecen de manera anónima. En
su mayor parte, aparecen figuras femeninas, quizá no tanto por su belleza -ya
que realmente no abundan las poses explícitas-, sino porque son aquellas
figuras que hacen atractiva la vida cotidiana a través de los medios de
comunicación: se trata de ofrecer una expresión de lo mundano. Pero, ¿de qué
tipo de mundo se hace crónica y corte?
La manera de aparecer en la sociedad de consumo es
importante para hablar de este repertorio de rostros. En la
intersección de lo nuevo y lo atractivo comparece la uniformidad donde el
recorte se convierte en un despiece elegante y formal del retrato fotográfico
periodístico. En ese sentido, la aparición de Crónicas mundanas en estos tiempos de indignación, contribuye a que
Clemente Benito opte por una ironía que quiere dirigirse hacia el recorte infringido
en el seno de la sociedad, ahí donde se crea la representación de una imagen
pública. La irrupción de la novedad como
máscara de lo trágico, confundido en la mirada de un deseo por venir.
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