20 septiembre 2011

CUESTIÓN DE DEMOCRACIA




Una nueva violencia política
Sorprende que en la constitución del espectro político actual la eliminación del componente social sea un hecho que demuestre lo lejos que andamos de una verdadera creación de sujetos libres. A pesar de las marchas que caminan hacia el centro de la capital de la democracia culminen en el mismo lugar donde conviven aquellos que piden una nueva realidad. Son los mismos consumidores que lentamente pasean en los lugares de esparcimiento como tiendas o edificios que han pasado de ser cines o teatros a convertirse en grandes superficies comerciales. Suelen ser las mismas personas que necesitan explorar en su conciencia política para desarrollar una indignación contagiosa. Existen todavía lugares para la rebelión conjunta, a pesar de que hemos comprobado recientemente en Noruega la potencia voluntariosa que un solo individuo puede tener para desarrollar una lucha repulsiva de carácter ideológico y racista que habita bajo el espíritu de la ultraderecha. Sorprende comprobar el caso del estado del bienestar y hacia dónde ha conducido todo ese simulacro de libertad impuesto desde una educación aparentemente democrática donde lo único que podemos constatar es la conversión del ciudadano en fantasma de sí mismo. Imaginar que un solo individuo, disfrazado de una manera irónica en policía, lleve a cabo un asesinato colectivo y masivo, después de un atentado donde han muerto casi cien personas de la manera más absurda, es una cuestión de política actual que ha de considerar la validez de los planteamientos que han llevado a glorificar el estado de la ética democrática, sin advertir que es precisamente la función de los que integran el estado –esto es, la mayoría- el derrumbe de las ideologías. El nihilismo social donde vamos viviendo un continuo apocalipsis es lo que termina por fundamentar que ciertas prácticas terroristas sean consideradas como un virus que se ha introducido en el cuerpo de lo social. Esta situación paradójica donde no terminamos de comprender que el Estado no somos todos, muestra que la estructura del poder es también fruto de un simulacro de felicidad. Necesitamos vacaciones, generar gasto y trabajar, tanto como para no ganar dinero, sino como suele decirse, para ganarse la vida. La crisis actual no es simplemente económica, ni política, ni social. La crisis se ha expuesto como el verdadero motor de la sociedad, administrando la voluntad de los componentes de la democracia en una suerte ilocalizable donde saber esconder los intereses propios. Ahora que abundan las cadenas de televisión y la proliferación de las imágenes, se favorece el ocultamiento de las verdaderas realidades, se provoca que el individuo social ni siquiera se plantee la capacidad efectiva que posee para movilizar las cosas. Aún dependemos del ciclo económico entre el trabajo, el banco y el gasto, nadie ha decidido contraatacar realmente a esta estructura que es la que sostiene el poder impositivo. Abogar por una cierta violencia política no significa necesariamente que haya que devenir terrorista, pero lo que sí es cierto es que el poder se encarga de anunciarnos que el enemigo está en el interior de nuestra sociedad. ¿Habría que valorar aún que el mayor acto surrealista sea salir a la calle y disparar sin orden contra todos? En el análisis propuesto por el anónimo Comité invisible en La insurrección que viene, se señala con insistencia la necesidad de una acción violenta, en el sentido de provocar cambios que afecten directamente a las estructuras ocultas que nos gobiernan. Pensar en que los políticos corresponden a una representación directa de los votantes no es sólo un requerimiento utópico, sino una mentira que parece favorecer la imposición de ciertas verdades que atraviesan la realidad del día con una cierta voluntad de atracción sobre el cuerpo social de una mentira lo suficientemente autónoma como para no dejar al ciudadano tener una vocación transformadora: “Querrían vernos detrás del Estado, movilizados, solidarios con una improbable chapuza de la sociedad –se escribe en el prólogo a dicho texto-. Pero resulta que nos repugna de tal manera unirnos a esta movilización, que puede ocurrir que uno decida más bien tumbar definitivamente al capitalismo”. Lo que si podemos comprobar es que la indignación forma parte de una estrategia pequeño burguesa donde se busca piso, coche y seguridad en el mismo centro del comercio de la ciudad. El infantilismo se ha mostrado también en esas disquisiciones intelectuales de nivel bajo y en el cinismo con el que van a ser utilizados durante las próximas elecciones por parte de los políticos. Es mejor que la política dimita y muestre sus verdaderas intenciones. Mientras muere Amy Winehouse y se vuelve a la macabra atención mediática a un asesino en democracia, se olvida la inacción impasible ante la muerte y la hambruna en Sudán. Es cuestión de democracia, es cuestión de seguridad, pero se rechaza con insistencia una rehabilitación inminente capaz de decir en un estribillo pegadizo no, no, no.

El derecho al (t)error
El problema central que parece favorecer que la sociedad siga viviendo en el temor es que se trata de buscar enemigos que hipotéticamente son capaces de desestabilizar el orden normal democrático, desde el terrorismo islamista al asesinato en masa ultraderechista. Necesitamos de una violencia política individual capaz de dar soluciones a estas cuestiones. El problema es saber hasta qué punto la creación moderna de la democracia haya estado siempre vinculada a la presencia del terror. Como afirmaba Adorno, somos nihilistas, pero no lo bastante. Vivimos entre las ruinas del tiempo que es pasado y aún debe perdurar en algún político de izquierda la idea de que estamos en el mejor de los mundos posibles y que aún se sabe cuál es la mejor manera de cambiar. Siempre que haya algo que hacer, estará todo por venir. Maurice Blanchot señaló cómo esa relación inevitable de trabajo y obra se muestra como una negación del ideal, pero no porque se ofrezcan soluciones capaces de arreglar un determinado estado de las cosas. La cosa artística es en este sentido una disposición a la revolución: o libertad o muerte: “Tal es el sentido del Terror. Cada ciudadano tiene, por así decir, derecho a la muerte: la muerte no es su condena, es la esencia de su derecho; él no es suprimido por ser culpable, sino que necesita la muerte para afirmarse como ciudadano y la libertad le hace nacer en la desaparición de la muerte” (La literatura o el derecho a la muerte) Si el arte comienza como un trabajo de negación de lo establecido se debe a una razón suficiente: el artista es considerado como un terrorista porque muestra que adentrarse en el cuerpo social es también una labor de zapado y ocultamiento de los artefactos que posibilitarán el derrumbe final del edificio capitalista. El arte es hostil a lo social porque no es considerado sino como un juego lujoso. Es extraño a la realidad porque se propone con una efectividad desligada de lo imaginario o lo populoso. El arte se escabulle en el orden geométrico del capital, pasa a ser un espacio difícil porque muestra sus propias contradicciones. El papel del arte actual está precisamente en esa negación impositiva de la muerte y en la superación de los accidentes y obstáculos que emergen de la realidad. En esa inextricable relación entre el ser y la nada, en su misma identificación, surge el arte como un momento de salto al vacío, capaz de destruir la vinculación que ha llevado al conocimiento a esta suerte de terror que cuestiona la verdadera duración de los valores democráticos en su propia ambigüedad. De camino al cementerio podría ser un lema propicio para todo aquel que decide otorgar al arte una necesidad originaria y final. El problema del anarquismo es saber hasta qué punto carecemos de esos puntos iniciales porque nos constituye una muerte difícil. Cuando parece que todo está organizado y estructurado, esto es, el poder político en su presencia más activa, entonces surge una separación entre su posibilidad y su forma de aparecer. Efectivamente, son tiempos donde parecemos estar elevándonos sobre el desfondamiento de una civilización que ha encontrado en el capitalismo una impresión salvífica. Pero la realidad es siempre otra. La cuestión de la democracia actual muestra que también nos constituye el error y la negación total. No el final de un imperio, sino su propia constitución. El cementerio de los ideales y sus tumbas también resguarda en esa zona perimetral que compone este silencio de democracia moridera y aparentemente viva. Muerte destinada a constituirse en la verdadera cara de lo social, arte donde convive aún la posibilidad de encontrarnos en el fin. Porque si la modernidad se cifraba en ese estar de camino al cementerio, estamos en la actualidad presenciando nuestra muerte impropia.

Demo(a)cracia

La cuestión de la democracia es propiciar que el encuentro con sus propios límites sea el cuestionamiento de los ideales que han favorecido su presencia deseada. Como demó(a)cratas carecemos de un origen preciso, diluyendo el vaciamiento continuo de los ideales emancipatorios en una clausura de representaciones, un simulacro de versiones idealizadas desde la corrección y la seguridad. Con mayor templanza habría que instaurar nuevos modos de decir que no impidan que el salto metropolitano no haya codiciado aún la conquista del espacio social. Si cuestionar la propia democracia es un ejercicio de reflexión política sana, no dudamos en incluir los propios límites sociales que pretenden enmascarar con buenas palabras y pensamientos agradecidos el desfondamiento del vacío. No se puede pretender que desde la simple indignación vaya a producirse algún cambio. La corrección política, la adecuación de las palabras a los hechos es otra mentira que contribuye a crear esa extraña comprensión de que estamos ante el mejor modo de gobierno. En una sociedad donde el único espacio que le queda al pensamiento de la propia finitud es la incorporación y la asimilación, debe haber otros modos de crear y apostar por una diferencia notable. El pensamiento de los límites de la democracia constituye otro de los flancos aparentemente intraspasables. Si uno ataca en democracia apostando bien por la insurrección o por la desviación histórica que supone continuar entregado a la revisión, sabe que estará condenado a que desde la limpieza y la higiene se vuelva a impedir que el demos se organice frente al poder del Estado. El cuestionamiento de la democracia se constituye en el centro de la política actual, preservando el poder unívoco del estado enfrentado a sus votantes. Seguir pensando en la quimera de los derechos universales, pretender encontrar un ascenso histórico en nuestro presente, son algunos aspectos que han conducido al ilusionismo incapaz de organizar una lucha invisible frente al poder de la banca, la empresa o el dinero. No se trata tanto de desviar el interés hacia los argumentos que llevan a tratar como terroristas a cualquiera que pretenda salir de ese orden biológico que irremediablemente conduce a la pasividad y a la aceptación de un orden geométrico capitalista. Difícil acción aquella que pretenda salirse de la estructura impuesta desde el poder. No se trata tanto de lidiar con la violencia desde las buenas palabras. El propio vaciamiento de la democracia estatal a través del ordo universal occidental muestra el salto y la búsqueda de nuevos recorridos que abandonen esta fosilización del pensamiento que se atreve a poner en solfa aquellas fracturas que componen nuestra (in)diferencia. En esta indigencia democrática proveniente de una constante histórica antirrevolucionaria surgen los saltos que conducen a que aún sea posible establecer nuevos modos de practicar una libertad coartada, si pone en duda la seguridad hipostasiada a través de los medios de control estatal. A esta democracia que vive a medio camino de la indignación y las buenas palabras, en una suerte de pensamiento naturalista y bondadoso, sólo le ocurre que aún no ha decidido pensar si realmente su cuestionamiento sea producto de la intención del ensayo y del error. Atravesar la ciudad es sorprendentemente comprender que si bien la naturaleza no da saltos, sí que hay una solución en la resistencia y en la acción: ser lo que aún perdura, donde el control y el derecho a una vida plena no puede evitar el terror. Al final, nuestro propio sistema político es quien ha permitido que vivamos en un cuestionamiento total de lo que va a devenir una democracia más activa y consecuente, sin continuar en la pretensión de una libertad controlada por el Estado que administra y permite la muerte y el terror. Esto es, el vaciamiento de unos ideales que no terminan de olvidar su verdadero contenido.

16 junio 2011

ANTONIO DE LA ROSA. GALERÍA COMPRA ORO. SER O NO SER UN OUTLET





En el trabajo de Antonio de la Rosa se ha señalado con insistencia la capacidad provocativa que supone enclavarse en la frontera de la legalidad. Más allá, su obra puede ser considerada como una yuxtaposición de técnicas propias de las prácticas artísticas actuales como el dibujo, el video o la acción, unidas a una revisión de los estereotipos sociales provenientes del mundo de la moda, el diseño o la publicidad. Una suma procaz que presenta algunos hechos sociales marginales de una manera irónica y que en la última década ha obtenido un reconocimiento alejado de la normalidad. Se puede pensar en una lectura de sus obras indicando su sentido transgresivo, en algún modo tendiendo a la celebración de la ebriedad, pero en sus intervenciones subyacen otros intereses que inciden en la libertad que puede aportar el arte en relación a las prohibiciones y a la superación de ciertos prejuicios sociales. El asunto para Antonio de la Rosa ha sido utilizar estas preocupaciones hipócritas de una manera satírica, de la misma manera que Jonathan Swift, al dedicar un breve relato acerca de la sociedad de su tiempo, propuso un canibalismo infantil que produjera beneficios y relativizara el hecho de que los mendigos fueran una tara para el estado. En cualquier caso, ha de comprenderse como una crítica hacia el sistema político, económico y social, desde una perspectiva artística.

El título irónico de la exposición responde bien a esa publicidad engañosa y ficticia de los compradores de oro. También el hecho de que se presente en una casa familiar habla de estos propósitos. A través de la reunión de una serie de dibujos, fotografías, vídeo, etc., cuyo eje principal es la relación del arte, lo político o la supervivencia de una intimidad en estado crítico, Antonio de la Rosa vuelve a presentar un trabajo que tuvo que realizarse de una manera casi clandestina hace doce años. Hecho que vuelve ahora a repetirse de una manera doméstica que integra factores importantes de la instalación, junto a una consideración acerca del funcionamiento del arte institucional en relación tanto a los espacios expositivos como a su carácter comercial. Directamente relacionado con cuestiones que afectan al espacio que realmente muestra el arte, se trata de realizar sin pretensiones una lectura del funcionamiento del mercado, donde tiempo y espacio son oro: el artilugio duchampiano de transformar en arte todo lo que toca.

En Compra oro, Antonio de la Rosa vuelve a retomar un proyecto realizado en el Garaje Pemasa que fue censurado a instancias de diferentes órganos. El más importante es que provocara que el Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid expresara, en un texto mal escrito con pretensiones de crítica de arte, sus ideas acerca de las cualidades estéticas de un artista cuya obra había sido auspiciada por un jurado especializado y serio. Hemos de celebrar que exista esa libertad de expresión, donde se invocan una serie de conceptos periclitados que, en buena medida, son precisamente aquellos que el artista viene a mostrar. De paso, podemos hacer una prueba de las ideas que suscita el arte en algunos ciudadanos, ya que a juzgar por dicho informe, el arte se define como una cuestión subjetiva y, por tanto, la tarea de comprenderlo se considera algo inaprensible y poco eficaz. Una opinión que puede cuestionar lo que sea buen o mal arte, y, en este caso, decidir que su obra sea de malísima calidad, malísima técnica y malísima imaginación. Casi un elogio. Porque de dicho informe punitivo queda constancia de que sus dibujos se atreven a mostrar impúdicamente elementos impropios como "sangre, cuchillos, golpes, muertes, miserias, penes, etc.". Por otra parte, sabemos que cuando uno hace estos juicios para impugnar una obra de arte, algo extraño debe pasar por esas cabezas indignadas.

El problema principal que plantean sus dibujos es que golpea a la sensibilidad humana con su negatividad: una niña se corta el tronco con una sierra, hay amputaciones, mientras un adulto le dice: "es por tu bien". O que un matrimonio practique sexo en un sofá, mientras una niña observa callada y se le diga: "Ya lo entenderás". Si este defensor viera cómo Botticelli pintaba a una joven atacada por unos perros en un bosque, azuzados por unos caballeros, veríamos qué opinaría de la crueldad y su estrecha relación con el arte. No hay que ponerse ni muy hegeliano, ni muy trágico, para saber que si existe una arte donde aparecen escenas de crueldad es precisamente en el arte relacionado con lo cristiano. El caso es que estos dibujos no tienen ningún espíritu provocativo, sino que contribuyen a mostrar cuestiones familiares, al menos en el caso de España en referencia a lo que se ha denominado, de una manera eufemística, violencia doméstica.

Con todo, este psicólogo de corte conductista advirtió de una manera punitiva que esta exposición había de ser prohibida en aras de una educación positivista de la infancia, ya que no se pueden utilizar imágenes de niños para tratar asuntos como la depravación o la crueldad. Es problemático porque pudiera ser visto por un algún infante. No sabemos qué opinaría de sucesos lamentables recientes, donde -por poner un ejemplo- un ciudadano entra por la fuerza en la casa de su exnovia y decida acuchillar y asesinar a su padre, a su hermano, a su pareja, etc. Porque el asunto de la violencia y la hipocresía es su devenir como noticia, al hacerse pública a cualquier hora, a través de los medios de comunicación de masas. Otro ejemplo, lo importante no es que alguien provoque un accidente y mate a otro de manera fortuita. El asunto es que un torero se encuentra en estado crítico. Se trataría entonces de cómo crear una ficción desde la realidad de un hecho. Y un niño podría ver estos dibujos inspirados en la publicidad de los años 50, mostrando irónicamente y sin cinismo aquellas desviaciones normales de nuestra sociedad. Y, a pesar de que aparezcan infantes, estos dibujos no son estrictamente para ellos. Además, poseen una calidad apreciable porque en ellos se conjuga de manera adecuada el fondo y la forma de su mensaje: mostrar los aspectos más familiares de una sociedad abocada a la crisis sempiterna a través del humor negro.

Otro aspecto de este proyecto es establecer de una manera rotunda cuáles son los espacios que le quedan al artista para exponer su obra, sin caer en el espacio normal de la galería, el museo u otras salas de exposiciones, cuya máxima dedicación es mostrar las cifras de asistentes a sus eventos. Si su trabajo plantea problemas legales debido a los temas transgresivos que trata, entonces es altamente probable que aparezcan la censura, el silenciamiento mediático o directamente el rechazo frontal. Entonces, lo que muestra Antonio de la Rosa es proponer nuevos espacios artísticos donde una trayectoria no asuma el fracaso que significa caer sólo en manos de la institución. Al contrario, en su obra ha sido constante el enfrentamiento con las prácticas artísticas adocenadas, presentando desde la órbita de la creación actual aquellos dilemas que practicados en privado pueden ser válidos, pero que a la hora de ser expresados en público requieren una fusca diplomacia. Esta problematicidad que pretende enseñar si el arte es una cuestión privada o pública, es uno de los objetivos importantes de esta doméstica exposición, donde el artista queda convertido en un redivivo rey Midas.

En cada estancia de esta casa se propone una extraña combinación de despojamiento e ironía, con un acendrado sentido de lo inhóspito que también señala lo más oscuro de nuestra sociedad del bienestar. Si pensábamos que sólo el tiempo y el espacio eran valiosos, también es cierto que lo que Antonio de la Rosa ha construido es la conversión de su arte en oro. Con estos dibujos, devuelve con extraña sutileza a la sociedad un espacio ajeno al espectáculo diario de lo vulgar. Y esta huida de lo normal y lo adecuado, es, en su caso, la iconoclasia propia de un dandysmo que no duda en proclamar su diferencia.

04 mayo 2011

PSJM: LA ISLA DE HIDRÓGENO Y LA NOVELA EN ARCHIPIÉLAGO




Presentar un libro es tarea extraña porque cuando viene a configurar un artefacto como el que hoy nos convoca, salta de las páginas: de vuelta. En La Isla de Hidrógeno escrita por PSJM, estamos ante una novela propiamente aislada porque no ha sido configurada por un típico escritor profesional dedicado a esta literatura, sino por un equipo de artistas que han tenido el valor de dedicar su tiempo y su espacio a construir un artefacto literario, un producto artístico, donde no sólo se presenta un texto, sino más bien un espacio de lectura autorreferencial.

Queremos decir que, probablemente, si sin escritor no hay escrito, sin escrito no hay escritor. En ese sentido, sorprende que el estilo de PSJM también haya alcanzado espacios de escritura y comunicación. Luego, el hecho de haber partido de la profesionalización de la escritura en una pareja artística, con un proyecto en común, querrá decir algo: ¿acaso se puede no escribir entre dos? Entonces, estamos ante una novela isla o un libro archipiélago. Y se presenta como una utopía entrópica, un artefacto literario.

Posiblemente, sea más bien una distopía, un lugar que atraviesa tópicos y trópicos de una manera extraña, acercándonos hacia un extraño monumento que bien pudiera considerarse como un dispositivo de lectura, no sólo de imágenes, palabras y cosas, sino de la oportuna recreación de un espacio crítico con el capitalismo donde vivimos hoy. Pero, ¿qué hay en esta isla de historia de una democracia crítica? Como se puede leer, Past is Future, invocando el pensamiento de la historia perdida, a través de una superación de la anarquía capitalista.

A pesar de su acercamiento a la ciencia-ficción, las islas y naves de esta novela pertenecen a un espacio deudor, no sólo de los optimistas Arts & Crafts, sino -como ejemplifica la propia trayectoria de PSJM- mostrando una relectura de ciertas vanguardias proclives a lo futurista, al minimalismo o al constructivismo, sin obviar su claro homenaje a las novelas utópicas de William Morris o Samuel Butler. Como subtituló el propio Morris en Noticias de ninguna parte, se trata de propiciar una época de reposo, desde donde podamos volver a una actividad propia de lo actual. Una promesa verdaderamente efectiva en las islas que componen esta macaronesia idealizada, en una suerte de nueva Atlántida.

Pero ya sabemos que las naves y las islas inventaron de alguna manera la literatura occidental, no hace falta señalar la relación que pudiera haber entre la nave perdida en la Odisea o en el Planeta de los simios o esa stultifera navis o nave de los locos que pudiera ser el Halcón Milenario. También, el globo utilizado para conducir a Marte a un comunista soviético en la novela de Bogdanov, la vuelta a la isla de Morel o el naufragio en las costas isleñas de una portátil Europa, donde comienza y termina el Criticón. En cualquier caso, donde hay literatura de islas, podemos estar seguros de que también estamos ante la sospecha crítica del presente.

¿Puede considerarse a La Isla de Hidrógeno como una revitalización del steampunk propuesto a finales de los años 70 por KW Jeter? Desde este tipo de literatura aparece una reacción frente a la sociedad del espectáculo, apareciendo como un movimiento literario retro de aspecto futurista que parte de una idealizada era victoriana. Habría que encontrar presupuestos utópicos para presentar una historia -después de un apocalipsis tecnológico proveniente de un lejano pasado- que trate de preservar una sociedad que se enfrenta a problemas como el consumismo, el ámbito de las corporaciones y el capitalismo exacerbado. Tareas por otro lado presentes en toda la trayectoria de PSJM.

Este artefacto de escritura posee características propias como la higiene y la limpieza, claridad y emoción. Así, se trata de crear una utopía de algún modo eudaimonista o feliz que pronto conocerá la trágica mezcla de amor y muerte, a través de un espacio suave y líquido conducido por el deseo y la pulsión tanática. Sin que avancemos demasiado de lo narrado en esta isla de inspiración moreliana, tras toda esta metáfora habita una crítica sinuosa del estado de nuestras sociedades. No estamos, ciertamente ante una vindicación ingenua de lo salvaje, sino la busca de un origen en una isla mítica. Este ámbito posthumano, de apariencia juvenil y ciertamente lírico, esconde también la contradicción y el dualismo propios de un estado que carece de beligerancia, de competición, de ambición desmedida. Seguramente, posee algo de ética kantiana, dirigida a la isla del noúmeno, a un espacio idealizado de perfección distante de una próxima new age sumida en finales pretensiones pseudomísticas, -donde como se afirma- no se tome al otro como un medio, sino en la capacidad empática de convivencia entre lo que somos y nos constituye ante una idealización social.

En cualquier caso, el hecho de que PSJM presente hoy esta utopía, nos vuelve a poner en guardia ante el arte y la literatura. Se trata de establecer relaciones desde la escritura y desde la monumentalidad de una isla tan cercana que nunca decidimos ir. Porque, ¿existe acaso algún espacio nuevo de la literatura? ¿No será la ambición moderna propiamente el espacio de lo actual? Si La Isla de Hidrógeno convoca espacios como lo real y lo imaginario, también muestra un carácter notablemente político. En ella se habla de la construcción de ciudades e islas imaginarias, se muestra la organización política a partir de progresos técnicos que son también la superación de todo aquello que pudiera parasitar desde un capitalismo feroz.

En La Isla de Hidrógeno se hace presente la idea de que la literatura tiene aún una posición en el seno de la sociedad. Es una novela desdoblada que habla de una dualidad. Existen dos historias, dos realidades, dos relatos complementarios donde habita lo razonablemente esperado ante la tragedia y la literatura utópicas. Dos componentes dirigidos por un equipo artístico constituido como una empática empresa que ofrece, ahora en forma de producto literal, objetos artísticos al precio de un libro. Porque esta novela que presentamos, es realmente una obra de arte al alcance de todos que pone en solfa aquellas ideas que llevaran a considerar al arte como la única cosa genial. Este desdoblamiento muestra, por otra parte, que no todo en la isla de esta novela es tan perfecto. Son cuestiones de entropía artística y de separación de una estética del simulacro.

En este dispositivo lector aparecen, como decimos, dos conceptos relevantes, a través de un mecanismo audiovisual, un libro o un monumento. Se trata de describir una utopía entrópica de una manera extraña. Repetimos que no sabemos si la propia isla no será este libro objeto. Por otra parte, el anuncio de una energía evanescente que parece brotar de una isla impresente, se convierte aquí en un avance técnico de procedencia literaria, constatando el estado de este proyecto desdoblado, en un anuncio de lo que ha pasado, buscando en un futuro azulado y optimista. Dos historias que convierten a esta isla en una promesa de conocimiento, solo dable en la disposición de un centro de energía proyectiva que otorga al tiempo venidero su apariencia de modernidad.

Por otra parte, la constitución de una moderna técnica solo factible como literatura, conlleva a que en este proyecto de PSJM se citen argumentos a favor de un positivismo delicado y sensible. Son las descripciones de aparatos que sirven para conocer el pasado, una introyección positiva que va a caracterizar a unos personajes que, a pesar de no trabajar exactamente, dedican parte de su vida a la constitución de una ciudad en el interior de un archipiélago salvífico. Una novela seria en serie.

Además, ¿qué hay de proyección en esta isla libro? La presencia de un monumento cuya característica principal es que puede interaccionar educativamente de una manera sensible. Un lugar con plantas extraordinarias en un recuerdo de lo vegetal. También, una máquina energética donde podemos vislumbrar lo esperado. En cualquier caso, un plácido lugar para descubrir una lectura nueva de la actualidad. En definitiva, una promesa por venir.

Porque en ese destino se ha incorporado la isla como un libro, un artefacto que puede descubrir cómo deviene lo literario en lo artístico y lo artístico en lo literario. Porque no se trata de contemplar una novela únicamente por su limpio color azul, a veces ni siquiera por lo que narran sus letras. Así como la literatura o el arte actual no consisten en la mera reproducción de tópicos en una suerte de gramática parda, en la construcción de un texto no se dan cita sólo ciertas palabras en orden.

Es así que en el caso de este proyecto en archipiélago, se debe procurar comprender qué tiene que ver un libro con un trabajo ecológico que habla tanto de la empresa editorial, como de la proyección artística, como del trabajo en equipo: un caso contagioso de empatía ante la posibilidad de considerar que esta novela isla sea un proyecto realizable, mas imposible, cosa positiva mínima que se le puede pedir a algo que se basa en un cierto suspense: huir de lo aburrido.

El mundo relatado del pasado como apocalipsis, conduce a que se pueda interpretar nuestra actualidad desde aquí. Una proyección de la realidad en una novela que transmite su propio presente. Además, anunciar que no todo es perfecto, que durante la suspensión habrá un asesino en serie que acecha, un mecanismo de conocimiento de corte freudiano llamado AutoPsycho, juegos de palabra y cubos de ensoñación. Su protagonista principal corresponde a esta invitación pública irónica: o mujer o joven o universitaria o urbanita: a todos. Un destino de escritura al que va dirigido este libro artístico, sabiendo que entre todos formemos parte de una novela actual utópica que vuelve a la literaria unión del suspense, la muerte y el deseo.

19 enero 2011

Res Publicae

Arte político, cosas públicas
Invocar la res publicae a través de una exposición de videoarte no requiere más que mostrar algunos espacios donde el dominio del capital en el mercado, en el mismo centro de las ciudades actuales, está presente de una manera a veces desapercibida. El logos del arte, a pesar de su conexión con la realidad crítica que vivimos, no permanece ajeno a estas intervenciones de la política porque el capitalismo es, paradójicamente, además de un robo, cosa pública y mercantil. Y el carácter de lo público, deviene en expectación, reforzando sus pasos hacia el extrañamiento constante del espectador. Es el caso de la verdadera universalidad del capitalismo crítico que, cuando parece abandonar el equilibrio propio de las sociedades democráticas, vuelve con más fuerza. El espectador como público, deviene entonces ciudadano. Un concepto de civitas vinculado a modelos educativos y normativos, consistente en promover necesidades conducentes a establecer un contrato en forma de interpretación, una persuasiva manera de ofrecer una realidad autoconsciente. Si hay un relativo progreso, inevitablemente unido a un pensamiento político y público, no consiste tanto en la idea de que una república rechace un gobierno basado en el desmoronamiento de una monarquía adusta, cuanto en la creación de sujetos capaces de ofrecer otras alternativas desde la práctica artística, como seres civilizados. Esa interpretación e intervención del capitalismo, a través del espacio del arte, convoca a crear espacios de discusión y elección críticos. Precisamente, una hipotecada idea sobre el arte parece querer desvincular a las artes del espacio de la política, cuando lo que viene a mostrarse es todo lo contrario, precisamente porque el espacio efectivo del arte no es, sino políticamente, la comunidad. A pesar de que el arte pueda convencernos de que sólo habla de sí mismo, también es cierto que es arte porque aparece en la polis. Por tanto, nada tiene de extraño atender a distintas visiones de la capitalidad a través de la reunión de diferentes videos realizados por artistas españoles que en la actualidad muestran estas relaciones de la sociedad contemporánea, cuando el arte deviene en lo verdaderamente político. Se trata de convertir el espacio urbano que nos sostiene desde un pensamiento activo, otorgando entonces a un arte relacionable con su situación política una importante ventaja. Si el capitalismo es la realidad global de una minoría, la res publicae es cuestión de gobierno democrático. En ese sentido, no sorprende que el capitalismo y el dinero posean un tono grisáceo, apropiado al cemento, en lugar del dorado color del lujo: J’adore.
De la monarquía a la criptocracia
Pero la diferencia más notable es considerar qué cosas pertenecen al ámbito de lo público y cuáles a lo privado. Ahí deviene lo arte y lo político, pero, ¿podemos considerar que el arte posea un espacio público o privado? Si optamos por la versión platónica de la República, sabemos que al artista no le queda otra que ser expulsado de la ciudad. Pero la versión aristotélica, cuando define lo que corresponde a una república, a pesar de su alejado sentido romano, está relacionado con un sistema político donde se mezcla la democracia y la oligarquía. En cualquier caso, Aristóteles defiende una idea del conocimiento, tanto de las ciencias, como de las artes, estrechamente ligado a su situación en las ciudades, urbes creadas a partir de la unión de las creencias, el poder y el mercado: “Puesto que en todas las ciencias y artes el fin es un bien, principalmente y sobre todo lo será en la principal de todas; y esa es la actividad política”. Ciertamente, el capitalismo también conduce a un desastre y a su paulatina crisis total. Como afirma Adorno en Minima moralia, “el arte consistiría en poner en evidencia y expresar el hecho de que la propiedad privada ya no pertenece a nadie”. ¿Quiere decir que el arte no supone también una crítica de lo que ocurre en la polis? Seguramente hay razones para configurar una ficción que desligue la efectividad artística o estética de lo ético. También hay lugar para creer que la pintura, la escultura, la instalación u otras prácticas deben mantenerse alejadas de un pensamiento político, como si esto tuviera más que ver con un compromiso personal o subjetivo, en detrimento de una opción que está más relacionada con una verdadera acción que, sin permanecer ajena a su presencia, deviene, desde la creación videográfica, imponiendo otros modelos de interpretación de la realidad. Esta situación esquizoide que supone que el capitalismo es lo público, mientras el arte es un bien de minorías o simplemente una ocurrencia de alguien más o menos enajenado en una subjetiva concepción del arte, es aquella que configura uno de los objetivos de esta exposición: saber si el arte tiene alguna presencia que supere la mera presentación de objetos más o menos neutralizados, sin atender a un pensamiento político. Saber si el arte tiene lugares propios de acción en la polis, si el arte tiene alguna función fuera de conceptos vinculados al nuevo decorativismo. Y considerando que precisamente el capitalismo tiene una acción negativa sobre la sociedad: “Si fuera verdad –escribe Deleuze en Derrames entre el capitalismo y la esquizofrenia-, esto explicaría que el capitalismo es lo universal de toda sociedad en un sentido muy preciso, en un sentido negativo: sería lo que todas las sociedades han temido por encima de todo. Tenemos la impresión de que, históricamente, el capitalismo es lo que de cierta manera, toda formación social constantemente intenta conjurar, intenta evitar. ¿Por qué? Porque sería la ruina de todas las otras formaciones sociales”. Esa monarquía donde parece celebrarse continuamente lo mismo deviene pronto en criptocracia. Esos modos de dominación muestran también que deben propiciarse otros lugares para el desarrollo de las artes. Una criptocracia donde lo que debemos observar es el gobierno de unos pocos, cuando la realidad es bien distinta. Ya no se trata de cuestionar la memoria o el archivo desde su impropia efectividad. Si la memoria de la ciudad está presente en sus monumentos, también es cierta la desidia con la que a veces nos dirigimos a lo que se denomina arte del presente. El caso es que el arte no está únicamente para exponer una realidad determinada, precisamente porque se hace desde una óptica creativa, imaginativa, simbólica, representativa o metafórica. Literaria, si se quiere.
Arte e intervención
Josechu Dávila viene realizando en los últimos años un importante proyecto que consiste en la difusión de un mensaje privado, llevado a cabo por una mujer anónima durante un periodo aproximado de un año. A pesar de la importancia del contenido de estas relevantes declaraciones, donde se entremezclan discursos directamente políticos, pero también subjetivos acerca de la realidad social, es necesario señalar que nos interesa el modo en el cual el artista difunde su mensaje a través de exposiciones de arte. A través de una obra de audio, pero también como ilustración, video o acción, Josechu Dávila nos presenta en el caso de Un proyecto para difundir el mensaje de una mujer anónima un video donde logró organizar una manifestación de personas que gritaban por la calle algunas de las consignas proferidas por esta mujer, como, por ejemplo, “el ser humano está en decadencia”, “el propio ser humano es su peor enemigo” o “el mejor poder es el de uno mismo”. Es significativo que se realizara en la ciudad de Hong Kong, formando parte de una exposición titulada Insert Coin, comisariada por Enrique Miguélez y Carmela Sánchez-Blanco. Lo importante es que en la larga y compleja trayectoria de Josechu Dávila cabe ubicar este proyecto como una acción que incluye la inserción del discurso del otro, desde una visible manifestación en una ciudad china, a la receptividad propia de aquellos ciudadanos que iban encontrándose al paso de los manifestantes.
El colectivo Democracia prolonga su análisis crítico de la función del espectador desde la experiencia de un espectáculo dominante en la sociedad actual como el fútbol. En Ne vous laissez pas consoler (No os dejéis consolar) instaron a un grupo conocido de ultras del Girondins de Burdeos a difundir mensajes relacionados con un pensamiento político activo: “La verdad es siempre revolucionaria”, “Ya no hay ídolos”, “El principal campo de batalla es la mente del enemigo”. Si sorprende encontrar en estos grupos organizados estos mensajes de carácter provocador e instigador de una revuelta próxima, más importancia debemos reconocer a la observación realizada desde la configuración de su participación como espectadores, sin dar demasiada importancia al propio partido que se está jugando. Si los intereses de Democracia están vinculados a una crítica de la sociedad del espectáculo, se opta por una acción que radicaliza hasta sus últimas consecuencias algunos de los presupuestos de la idea debordiana crítica de espectáculo, proponiendo la elevación de una masa popular que enarbola sus banderas como si de una tribuna pública se tratara, considerando que su emancipación es una realidad política y social efectiva.
Si a la hora de hablar del capitalismo hace falta volver a señalar esta relación entre lo público y lo privado, Chus García-Fraile se ha dirigido a marcar algunas de las actividades que se producen en cualquier ciudad actual. En su trayectoria ha desarrollado un análisis de la estética del capitalismo desde las edificaciones o los artículos de consumo, dirigiéndose higiénicamente al mercado desde una estetización de los contenedores de basura o, recientemente, dibujando grandes megalópolis al anochecer. En el caso del video titulado Running, ha optado por caracterizar nuestro tiempo desde la velocidad, la huida y la prisa. Si en el siglo XIX la foule se dirigía, a través del espíritu de rebelión, hacia la barricada, una nueva utopía nos conduce a la carrera hasta el desierto de lo real. En esa dirección, Chus García-Fraile devuelve al ciudadano hacia una carrera constante que parece propia de una enajenación extraña, tanto en un sentido individual, como de forma grupal. Sin dejar de moverse, los flujos que caracterizan el capitalismo esquizoide aparecen en forma de ritmo musical sincopado. Gente corriendo sin saber hacia dónde se dirigen, en una metáfora obtenida del collage de imágenes provenientes del cine, los anuncios de publicidad o directamente de la propia calle.
La empresa PSJM traduce su visión del capitalismo cognitivo desde dos puntos de vista complementarios. En primer lugar, proponiendo una distopía identificable con los juegos de guerra desde la creación videográfica, mediante la yuxtaposición del comic y la crítica directa a los denominados Corporate Armies. Estos ejércitos que ya nada tienen de hipotéticos, son la previsión de un futuro poco aleccionador, donde las guerras ya no se producirán entre ejércitos nacionales, sino en la lucha de los grupos armados privados de las compañías multinacionales. En segundo lugar, dando espacio desde la escritura a cuestiones científicas de marcado carácter utópico, con un artefacto literario titulado La Isla de Hidrógeno. El proyecto se configura como una novela de ciencia ficción, vinculada a una instalación monumental de gran tamaño que procura una crítica efectiva amplia, aunque aparentemente centrada en el sector energético. Una propuesta que sigue una trayectoria donde PSJM ha transitado desde una posición irónica de la cultura de masas, utilizando similares estrategias a las grandes corporaciones. Para ello, ha diseñado una pequeña planta de energía que se abastece a través de paneles energéticos en forma de readymade, con un objetivo propio del arte actual: devolver a la sociedad un artefacto que no sólo es útil, sino que representa una previsible utopía futura desde el presente.
Una de las características de las ciudades actuales está en estrecha relación con la monumentalidad y sus celebraciones. En el caso de Capitalismo líquido, Avelino Sala nos muestra una imagen común en Roma. Se trata de ver en la conservación de los deshechos y basura en el río Tíber una nueva visión del residuo como memoria. El equilibrio del plástico y los diferentes elementos que flotan en una espiral de agua, hablan ciertamente de la capacidad del capitalismo por engullir todo lo que se ponga por delante. No sabemos cómo llegaron allí estos objetos coloristas y plásticos, balones de rugby o cascos de moto, botellas vacías, etc. El caso es que en el discurso de Avelino Sala siempre ha estado presente una atención preferente a los procesos de la memoria, en torno a un discurso vitalista que paulatinamente le ha conducido desde una lectura de la intimidad a una exploración de los lemas que en el pasado construyeron tanto nuestras ciudades, como su historia. Esa imagen precisa del tiempo actual –su propia modernidad, ahora- también muestra que el arte, a pesar de su neutralización, bien puede considerarse como un espacio de libertad individual. En esa dirección, su propuesta parece acercarse a la liquidez con la que se ha caracterizado al capitalismo. Una suma de fluidos donde no hay posibilidad de hundir los residuos.
Con la intervención de Rubén Santiago nos situamos ante una acción casi delictiva, consistente en la deconstrucción literal de un aseo público ubicado en el tren que comunica Galicia con Cataluña, conocido popularmente como Shangay Express. Si los medios de transporte son una parte fundamental en el tráfico de mercancías, la posibilidad de mantenerse al borde de la legalidad es otra de las características propias del capitalismo actual. En otras intervenciones anteriores, Rubén Santiago ha vinculado el poder casi mágico del dinero a una reflexión sobre ciertos sistemas de la ciudad. En el caso de este video podemos ver al artista desmantelando completamente un espacio de intimidad, dejando caer, mientras el tren está en marcha, todos los objetos que lo componen a lo largo del trayecto. También supone una cierta ironía porque es el resultado de una acción relacionada con una crítica hacia la situación precaria, no solamente de los ferrocarriles deficientes que aún existen en España, sino en relación a los flujos migratorios que se han producido en Galicia desde hace tiempo. En esa lectura irónica, apoyada en un vandalismo consciente, Rubén Santiago modifica claramente la actitud política, tanto como ciudadano, como desde su perspectiva como artista.
Saber cuál es el espacio del arte en el presente es en el caso de Pelayo Varela una constante de su producción. En el caso de Fake nos ofrece una lectura perspicaz del espacio del arte actual en relación a una escritura de nombres importantes en este mercado. Si en anteriores trabajos había dirigido su ironía hacia sí mismo, en este caso vuelve a incidir en la idea de autor, tratando de eludir esta idea de creador a través de la pintura de encargo. Así, a través de una persona asiática pinta estos nombres correspondientes a personalidades más influyentes en el mundo del arte, en las plazas y calles de cualquier ciudad europea, con la intención de modificar su aspecto con elementos comunes de la pintura tradicional. Esa nueva figuración irónica es el cambio de una letra o un acento por un elemento naturalista que conduce a Pelayo Varela a un tratamiento conceptual relacionado con el comercio del arte.
El final de la república
Uno de los objetivos de Res publicae es señalar que el arte aún tiene una capacidad política para comprender la realidad. En esa intervención, el capitalismo exhibe también su acción en el videoarte español actual. Pero las estrategias de cada uno de los participantes en esta exposición, a pesar de ser conscientes de la dificultad que supone una intervención del capitalismo desde una manera que evidencie su precariedad, es significativamente la prueba de que un acercamiento a la ciudad desde el arte pueda ser desarrollada, de otra manera. Son elementos centrales en una sociedad hipotéticamente democrática, compuesta por distintos espacios públicos. Entre las manifestaciones públicas, los ciudadanos convertidos en espectadores emancipados o la necesidad de moverse de un lugar a otro, aparecen también posiciones más individuales en correspondencia a lo que verdaderamente significan las cosas públicas. Son los residuos en el agua o la aparición de ejércitos privados, también el desmantelamiento higiénico de la parte más privada de cada uno. En cierto sentido, la posibilidad de construir, desde el artificio o el engaño propio del arte, una sociedad que comprenda que si hay algo privado y público, estará encaminado a encontrarse con la presencia de un arte actual.

12 enero 2011

RES PUBLICAE. Intervenciones del capitalismo en el videoarte español actual




RES PUBLICAE. Intervenciones del capitalismo en el videoarte español actual
Artistas participantes:
JOSECHU DÁVILA DEMOCRACIA CHUS GARCÍA-FRAILE PSJM
AVELINO SALA RUBÉN SANTIAGO PELAYO VARELA
Comisario: José Luis Corazón Ardura
Duración total: 50 min. aprox.
Lugares de exhibición (2010-2011): 20 diciembre, Cura Magazine Project Space (Roma), 28 enero, Off Limits (Madrid), 6-10 marzo, Centre of Arts Frankston (Melbourne)

Res Publicae es una exposición de videoarte que recoge los últimos trabajos de destacados artistas españoles cuyo objetivo es esclarecer qué lugar le queda al arte en el espacio político de las ciudades actuales. Una apuesta que considera la pertinencia de la exploración de las difíciles relaciones que mantienen arte y política desde una perspectiva reflexiva.

El título de la exposición hace referencia a la presencia de las cosas públicas en los sistemas políticos actuales, en una acepción inspirada en el concepto romano de gobierno. Si bien su inspiración está relacionada con la difusión internacional del arte español, el objetivo principal de este proyecto consiste en el cuestionamiento de los espacios públicos y privados en relación al espacio de creación artística.

Los artistas participantes son JOSECHU DÁVILA (Un proyecto para difundir el mensaje de una mujer anónima, 13 m., 2009), DEMOCRACIA (Ne vous laissez pas consoler, 19 m., 2010), CHUS GARCÍA-FRAILE (Running, 2.45 m., 2009), PSJM (Corporate Armies, 3 m., 2009), AVELINO SALA (Capitalismo líquido, 5 m., 2010), RUBÉN SANTIAGO (Shangay Express, 3 m., 2010) y PELAYO VARELA (Fake, 2 m., 2010)