27 abril 2010
Democracia
DEMOCRACIA O LA VUELTA DE LAS PALABRAS AL PUEBLO.
Cura Art Magazine
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En la Antigua Roma se consideraba el juego como uno de los elementos vehiculares en los que el pueblo, además de disfrutar del panem et circenses, esto es, comida del cuerpo y comida del espíritu, también mostraba su apoyo como espectadores a las diferentes organizaciones políticas. Como señaló Huizinga en Homo Ludens, se trata de una representación simbólica de lo político y lo religioso y, sólo después, de lo lúdico. Estos bandos se denominaban demos y a sus dirigentes demarcas. El caso es que el equipo formado por Pablo España e Iván López optó por reunirse bajo el nombre de Democracia en 2006, interviniendo directamente en la sociedad a través de exposiciones, creando publicaciones como Nolens Volens o Contraindicaciones o realizando proyectos de comisariado como Madrid Abierto o Creador de dueños. En esa dirección muestran cómo las cuestiones políticas, sociales o económicas también están en el interior del mundo de un arte abocado a sumirse en la industria cultural y a presentar sus productos, los objetos de arte, como si pudieran pasar desapercibidos, sin parecer arte. Lo cierto es que en anteriores proyectos como Welfare State (2008) ya trataban los problemas de la representación en relación a su espectacularidad, articulando un juego adecuado a la destrucción provocada por un estado del bienestar de unos pocos. Para ello, intervinieron en un desalojo mediante la presentación de la demolición como si de un nuevo espectáculo se tratara, creando unas instalaciones para que cualquiera pudiera estar presente ante hechos poco visibles llevados a cabo por parte de una intervención no siempre propicia del Estado.
Porque decir estadio y estado es hablar de lo mismo: dentro del estadio, fuera del Estado. Estamos en el estadio cuando queremos olvidar nuestro estado, a pesar que ese juego sea también controlado y formalizado. El juego, sobre todo en el caso del fútbol, convoca a pequeños grupos que enfrentados unos a otros tratan de dominar para vencer en un partido. Se siguen unas reglas, se consiguen puntos, se gana al adversario. En una competición no se trata de participar, únicamente. Se trata de cuestiones vinculadas al orden y al juego, pero también a la lucha y a la victoria o al desastre. Lo importante no es entonces participar, sino ganar, aunque sea como representación simbólica. Esta característica propia del juego es también la oportunidad de que el pueblo hable, porque van asociados los cánticos a las opciones políticas, la espera ante un resultado valioso como si de un final próximo se tratara o la aparición de pancartas y mensajes encendidos cada temporada ofrecidos al adversario. Y sabemos que, al menos, el deporte, pone de acuerdo a todo el mundo. Hasta Heidegger, durante los años 60 -como indica Rüdiger Safranski-, se encuentra fascinado por la destreza de Beckenbauer, uniendo sus intereses metafísicos a sus opiniones sobre la lucha, volcando una taza de té ante un partido memorable de la Copa de Europa entre el FC Barcelona y el Hamburgo.
Pero de lo que Democracia trata en su último proyecto en marcha titulado Ne vous laissez pas consoler (2009), iniciado a partir de su participación en la última Bienal de Burdeos, es efectivamente no mostrar tanto el campo de juego, como dirigir las cámaras hacia las tribunas del estadio, dando una nueva visión del espectáculo desde el punto de vista del espectador. Para ello han colaborado activamente con los ultras del FC Girondins de Burdeos, haciéndoles participar, a través de mensajes escritos en el merchandising propio de los hinchas como bufandas, banderas, camisetas, etc. Lo sorprendente es que en este caso las frases escogidas pertenecen a Gramsci, Rimbaud, Brecht, Camus o Nietzsche. Y no son precisamente alegres, sino que señalan hacia la rebeldía de un sujeto transformado en la marea humana que cada fin de semana se reúne para apoyar a su equipo por medio de himnos: “Ne vous laissez pas consoler, La vérité est toujours révolutionnaire, Les idoles n’existent pas, Ils ordonnent parce que nous obéissons, Nous n’avons rien sauf notre temps, La douleur est la noblesse unique, Le principal champ de bataille c’est l’esprit de l’ennemi, La liberté doit être pour tous ou pour personne”. Estos mensajes hablan de la falta de consuelo, de la iconoclasia propia de nuestro tiempo o del cuestionamiento del enemigo, pero siempre referidos a la lucha que ejemplifica el espectáculo deportivo como expresión de la falta de confianza ante un Estado que ingenuamente parece no creer en que los domingos por la tarde estamos ejerciendo la libertad a través de nuestro tiempo de ocio. Una relación entre el estadio y el Estado, como por ejemplo, en la violación de los derechos humanos que se llevó a cabo durante el Mundial de Argentina (1978) por parte de la dictadura de Videla, cuando se estaba celebrando la final entre Argentina y Holanda y desde los helicópteros del ejército se lanzaban al vacío del Río de la Plata los cuerpos de los torturados. Este es también el proyecto encubierto de Democracia: mostrar la importancia de incluir mensajes aparentemente diferentes de los que normalmente utilizan este tipo de ultras, para mantener una defensa de la representación ante el fingimiento del espectáculo en el estado del bienestar.
No son frases populares como todo para el pueblo, pero sin el pueblo, sino que son mensajes que muestran el espectáculo de la sociedad a través de una nueva intervención de sus participantes para provocar un cambio real, utilizando los argumentos propios de la ideología del pensamiento crítico contemporáneo para hablar del espacio que le queda a un arte verdaderamente dirigido hacia la intervención y la participación. Una forma de citacionismo donde se crea la ciudad a partir de una cita, inspirado en las acciones del Situacionismo de Guy Debord, que muestra, por otra parte, las relaciones que mantienen en el presente la modernidad y la postmodernidad en un espacio que siempre estuvo en relación con lo político y lo poético: la creación de espacios de libertad desde la ironía ante el poder de representación de lo público. Porque es en esta cuestión donde Democracia han creado de nuevo una forma de otorgar al espectador el poder de la fuerza ante la inestabilidad crítica actual. Una ironía que casualmente, señala el carácter apolítico y antirracista de unos ultras que tratan de devolver el sentido de las palabras a la tribu, como escribió Mallarmé al referirse al sentido de lo nuevo escondido en el arte del futuro.
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