04 mayo 2011

PSJM: LA ISLA DE HIDRÓGENO Y LA NOVELA EN ARCHIPIÉLAGO




Presentar un libro es tarea extraña porque cuando viene a configurar un artefacto como el que hoy nos convoca, salta de las páginas: de vuelta. En La Isla de Hidrógeno escrita por PSJM, estamos ante una novela propiamente aislada porque no ha sido configurada por un típico escritor profesional dedicado a esta literatura, sino por un equipo de artistas que han tenido el valor de dedicar su tiempo y su espacio a construir un artefacto literario, un producto artístico, donde no sólo se presenta un texto, sino más bien un espacio de lectura autorreferencial.

Queremos decir que, probablemente, si sin escritor no hay escrito, sin escrito no hay escritor. En ese sentido, sorprende que el estilo de PSJM también haya alcanzado espacios de escritura y comunicación. Luego, el hecho de haber partido de la profesionalización de la escritura en una pareja artística, con un proyecto en común, querrá decir algo: ¿acaso se puede no escribir entre dos? Entonces, estamos ante una novela isla o un libro archipiélago. Y se presenta como una utopía entrópica, un artefacto literario.

Posiblemente, sea más bien una distopía, un lugar que atraviesa tópicos y trópicos de una manera extraña, acercándonos hacia un extraño monumento que bien pudiera considerarse como un dispositivo de lectura, no sólo de imágenes, palabras y cosas, sino de la oportuna recreación de un espacio crítico con el capitalismo donde vivimos hoy. Pero, ¿qué hay en esta isla de historia de una democracia crítica? Como se puede leer, Past is Future, invocando el pensamiento de la historia perdida, a través de una superación de la anarquía capitalista.

A pesar de su acercamiento a la ciencia-ficción, las islas y naves de esta novela pertenecen a un espacio deudor, no sólo de los optimistas Arts & Crafts, sino -como ejemplifica la propia trayectoria de PSJM- mostrando una relectura de ciertas vanguardias proclives a lo futurista, al minimalismo o al constructivismo, sin obviar su claro homenaje a las novelas utópicas de William Morris o Samuel Butler. Como subtituló el propio Morris en Noticias de ninguna parte, se trata de propiciar una época de reposo, desde donde podamos volver a una actividad propia de lo actual. Una promesa verdaderamente efectiva en las islas que componen esta macaronesia idealizada, en una suerte de nueva Atlántida.

Pero ya sabemos que las naves y las islas inventaron de alguna manera la literatura occidental, no hace falta señalar la relación que pudiera haber entre la nave perdida en la Odisea o en el Planeta de los simios o esa stultifera navis o nave de los locos que pudiera ser el Halcón Milenario. También, el globo utilizado para conducir a Marte a un comunista soviético en la novela de Bogdanov, la vuelta a la isla de Morel o el naufragio en las costas isleñas de una portátil Europa, donde comienza y termina el Criticón. En cualquier caso, donde hay literatura de islas, podemos estar seguros de que también estamos ante la sospecha crítica del presente.

¿Puede considerarse a La Isla de Hidrógeno como una revitalización del steampunk propuesto a finales de los años 70 por KW Jeter? Desde este tipo de literatura aparece una reacción frente a la sociedad del espectáculo, apareciendo como un movimiento literario retro de aspecto futurista que parte de una idealizada era victoriana. Habría que encontrar presupuestos utópicos para presentar una historia -después de un apocalipsis tecnológico proveniente de un lejano pasado- que trate de preservar una sociedad que se enfrenta a problemas como el consumismo, el ámbito de las corporaciones y el capitalismo exacerbado. Tareas por otro lado presentes en toda la trayectoria de PSJM.

Este artefacto de escritura posee características propias como la higiene y la limpieza, claridad y emoción. Así, se trata de crear una utopía de algún modo eudaimonista o feliz que pronto conocerá la trágica mezcla de amor y muerte, a través de un espacio suave y líquido conducido por el deseo y la pulsión tanática. Sin que avancemos demasiado de lo narrado en esta isla de inspiración moreliana, tras toda esta metáfora habita una crítica sinuosa del estado de nuestras sociedades. No estamos, ciertamente ante una vindicación ingenua de lo salvaje, sino la busca de un origen en una isla mítica. Este ámbito posthumano, de apariencia juvenil y ciertamente lírico, esconde también la contradicción y el dualismo propios de un estado que carece de beligerancia, de competición, de ambición desmedida. Seguramente, posee algo de ética kantiana, dirigida a la isla del noúmeno, a un espacio idealizado de perfección distante de una próxima new age sumida en finales pretensiones pseudomísticas, -donde como se afirma- no se tome al otro como un medio, sino en la capacidad empática de convivencia entre lo que somos y nos constituye ante una idealización social.

En cualquier caso, el hecho de que PSJM presente hoy esta utopía, nos vuelve a poner en guardia ante el arte y la literatura. Se trata de establecer relaciones desde la escritura y desde la monumentalidad de una isla tan cercana que nunca decidimos ir. Porque, ¿existe acaso algún espacio nuevo de la literatura? ¿No será la ambición moderna propiamente el espacio de lo actual? Si La Isla de Hidrógeno convoca espacios como lo real y lo imaginario, también muestra un carácter notablemente político. En ella se habla de la construcción de ciudades e islas imaginarias, se muestra la organización política a partir de progresos técnicos que son también la superación de todo aquello que pudiera parasitar desde un capitalismo feroz.

En La Isla de Hidrógeno se hace presente la idea de que la literatura tiene aún una posición en el seno de la sociedad. Es una novela desdoblada que habla de una dualidad. Existen dos historias, dos realidades, dos relatos complementarios donde habita lo razonablemente esperado ante la tragedia y la literatura utópicas. Dos componentes dirigidos por un equipo artístico constituido como una empática empresa que ofrece, ahora en forma de producto literal, objetos artísticos al precio de un libro. Porque esta novela que presentamos, es realmente una obra de arte al alcance de todos que pone en solfa aquellas ideas que llevaran a considerar al arte como la única cosa genial. Este desdoblamiento muestra, por otra parte, que no todo en la isla de esta novela es tan perfecto. Son cuestiones de entropía artística y de separación de una estética del simulacro.

En este dispositivo lector aparecen, como decimos, dos conceptos relevantes, a través de un mecanismo audiovisual, un libro o un monumento. Se trata de describir una utopía entrópica de una manera extraña. Repetimos que no sabemos si la propia isla no será este libro objeto. Por otra parte, el anuncio de una energía evanescente que parece brotar de una isla impresente, se convierte aquí en un avance técnico de procedencia literaria, constatando el estado de este proyecto desdoblado, en un anuncio de lo que ha pasado, buscando en un futuro azulado y optimista. Dos historias que convierten a esta isla en una promesa de conocimiento, solo dable en la disposición de un centro de energía proyectiva que otorga al tiempo venidero su apariencia de modernidad.

Por otra parte, la constitución de una moderna técnica solo factible como literatura, conlleva a que en este proyecto de PSJM se citen argumentos a favor de un positivismo delicado y sensible. Son las descripciones de aparatos que sirven para conocer el pasado, una introyección positiva que va a caracterizar a unos personajes que, a pesar de no trabajar exactamente, dedican parte de su vida a la constitución de una ciudad en el interior de un archipiélago salvífico. Una novela seria en serie.

Además, ¿qué hay de proyección en esta isla libro? La presencia de un monumento cuya característica principal es que puede interaccionar educativamente de una manera sensible. Un lugar con plantas extraordinarias en un recuerdo de lo vegetal. También, una máquina energética donde podemos vislumbrar lo esperado. En cualquier caso, un plácido lugar para descubrir una lectura nueva de la actualidad. En definitiva, una promesa por venir.

Porque en ese destino se ha incorporado la isla como un libro, un artefacto que puede descubrir cómo deviene lo literario en lo artístico y lo artístico en lo literario. Porque no se trata de contemplar una novela únicamente por su limpio color azul, a veces ni siquiera por lo que narran sus letras. Así como la literatura o el arte actual no consisten en la mera reproducción de tópicos en una suerte de gramática parda, en la construcción de un texto no se dan cita sólo ciertas palabras en orden.

Es así que en el caso de este proyecto en archipiélago, se debe procurar comprender qué tiene que ver un libro con un trabajo ecológico que habla tanto de la empresa editorial, como de la proyección artística, como del trabajo en equipo: un caso contagioso de empatía ante la posibilidad de considerar que esta novela isla sea un proyecto realizable, mas imposible, cosa positiva mínima que se le puede pedir a algo que se basa en un cierto suspense: huir de lo aburrido.

El mundo relatado del pasado como apocalipsis, conduce a que se pueda interpretar nuestra actualidad desde aquí. Una proyección de la realidad en una novela que transmite su propio presente. Además, anunciar que no todo es perfecto, que durante la suspensión habrá un asesino en serie que acecha, un mecanismo de conocimiento de corte freudiano llamado AutoPsycho, juegos de palabra y cubos de ensoñación. Su protagonista principal corresponde a esta invitación pública irónica: o mujer o joven o universitaria o urbanita: a todos. Un destino de escritura al que va dirigido este libro artístico, sabiendo que entre todos formemos parte de una novela actual utópica que vuelve a la literaria unión del suspense, la muerte y el deseo.