22 septiembre 2010

Hostal Europa. Apuntes sobre la fotografía de Luis Cárcamo



Los espacios de la ciudad se amplían notablemente si uno persigue aquellos lugares de ocio relacionados con el descanso del cuerpo y la mente, como anuncia metafísicamente un cartel de un club en una carretera andaluza. La voluntad ascendente del comercio, a través de mercancías fetichistas como el propio cuerpo, va conduciendo los pasos del paseante hacia las afueras de la ciudad. En estos tiempos hay que saber conducir para llegar a ciertos lugares. A menudo se ha hecho literatura con la prostitución, tratando de ofrecer una visión estereotipada y pseudorromántica de lo que verdaderamente significa el lupanar. Son lugares nocturnales dedicados a la exploración del deseo donde se da una gran importancia al camuflaje y al ocultamiento del llamado cliente. Si las prostitutas se elevaban antes en los templos, en la actualidad la manera de acceso conlleva dirigirse a edificios situados en carreteras y polígonos del extrarradio. Si extraño es verlos iluminados por el día ya que a esa hora suelen estar cerrados, sabemos que son lugares de tráfico sexual, cuando en esos momentos parecen mostrarse inhóspitos y sospechosos. Si la prostituta recibía su nombre de la elevación en público –pro statuarse, como ponerse por encima visiblemente- a la manera de las estatuas, en el club cerrado nada hace ver todo el mecanismo corporal que encierran sus paredes: son contenedores de sexo. Y quizá aquella descripción irónica del nihilismo como Hotel Abismo, no sea al final sino cuestión de hostilidad y hospitalidad europea. Ese momento panorámico es el que se recoge en esta serie de fotografías titulada genéricamente Clubs.

Luis Cárcamo es reconocido sobre todo por su labor como fotógrafo orientado al mundo del arte, la moda o el retrato, siendo colaborador asiduo de numerosas publicaciones, pero en esta serie de fotografías presenta un proyecto ambicioso relacionado con la arquitectura de los clubs, rehuyendo de aquellos tópicos que quisieran celebrar de algún modo la explotación sexual. Mostrando estos lugares a plena luz del día, plantea una inquietante reflexión sobre la hermética situación de estas edificaciones cuando parecen estar cerradas. La verdad es que sabemos que cualquier hora es propicia para el desarrollo de la sexualidad pagada y que en muchos casos es una práctica absolutamente demoledora para sus trabajadoras, pero también es un importante negocio que oscila entre la abierta permisividad y el camuflaje diurno. No es extraño que en algunas fotografías podamos percibir una supuesta higiene a través de las ventanas abiertas, siendo conscientes de que tras sus puertas aparece un mundo paralelo donde el disfrute y el dolor se hacen presentes. Son imágenes diurnas donde no hay tanto asomo de erotismo, como un interés en mostrar una panorámica de su enclavamiento. Es así cómo en estas imágenes de Luis Cárcamo se ha optado por mantener una actitud fría y distante ante ese ocultamiento, mostrando algunos clubs cuyos nombres, a modo de título irónico, anuncian esa promesa de felicidad dolorosa. Es el caso de negocios llamados irónicamente Kapri, Hey o Erótica, hasta aquellos más románticos como Luz de luna, Elvis u Hostal Europa. Por otra parte, la prostitución es paradójica porque además de negocio que niega el tiempo del placer, se orienta hacia el mercado más lucrativo y especulativo, aquel que corresponde al espacio del ocio controlado por las mafias explotadoras. Es el proxeneta empleado del sector ocio y la prostituta trabajadora sexual. En cuanto pagador, se dice cliente.

Robert Smithson ya había presentado la experiencia de lo inhóspito del liberalismo a través de una serie de diapositivas titulada Hotel Palenque. Un claro ejemplo de ruina arquitectónica de las sociedades actuales que, en el caso de Luis Cárcamo, nos enfrenta a una integración de distintos puntos de vista aglutinados en forma de collage que de alguna manera apuntan a síntomas similares. La frontalidad y el cerramiento es prueba de lo que verdaderamente pasa entre esas paredes situadas hasta en medio del campo. Porque sorprendentemente es su establecimiento en lugares de paso, como carreteras o espacios distanciados de las urbes, lo que va a configurar una suerte particular de estética del vacío. Son las ventanas abiertas en momentos que parecen estar vinculados al descanso tras una segura jornada de trabajo o la intuición de la leve desaparición del sujeto en sus umbrales. A pesar de que Luis Cárcamo se enfrente literalmente en sus imágenes a una frontalidad distante, es cierto que un apreciable rodeo de estas edificaciones consigue polarizar la mirada ante lo horroroso y lo pretencioso, como en los cristales tapados y los espejos que permiten el ocultamiento.

En esta serie de fotografías Luis Cárcamo ha obviado presentar figuras humanas como en el caso de sus trabajos fotográficos. En Clubs estamos presenciando también el vacío que rodea a los objetos en estos edificios y cómo se han erigido para ver sin ser vistos. Fundiendo una naturaleza temporal aparentemente fría, Luis Cárcamo captura una serie de instantes donde lo que parece pasar es, más que un último huésped, una experiencia temporal. Sin espectadores ni clientes, nada parece adivinar a lo largo del día el comercio creciente que emerge durante la noche. Es en esa descontextualización donde la fotografía de lugares inhóspitos deviene metáfora de una hostilidad. Porque conviene recordar que si la prostituta bien pudo ser relacionada con el arte desde el siglo XIX, apareciendo como personaje central de movimientos artísticos como el impresionismo hasta Picasso, hay menos casos donde lo que realmente se presente sea el momento en el cual el club está desierto, sometido a la aséptica higiene del día.